lunes, noviembre 10, 2008

Entre Palmeras

Nota: Texto con contenido erótico explicito.

Mi madre insistió en que los acompañara a pasar el fin de semana en la lancha de papá. No estaba feliz con la idea -quería ir a un concierto-, encima tendría que soportar a mi hermana con las sifrinas de sus amigas de la universidad las cuales no paso, e igual ellas. Según ellas solo soy un seudo rockero que cumple con el cliché de adolescente rebelde típico de un diseñador grafico -como si ellas tuviesen más profundidad que un disco compacto-. Siendo sincero creo que el pasar un poco de tiempo con ellas no sería ni malo, tal vez pueda coronar con alguna, total, en la playa todo se hace más fácil.

Dormí durante todo el viaje -había bebido más de la cuenta el día anterior-, claro, me tocaría manejar de vuelta, eso o ganarme un lío con mi papa. No tardamos mucho en bajar la lancha, ya que llevamos unos cuantos años haciéndolo; luego como de costumbre tomamos rumbo a Morrocoy. Las carajitas hablaban de cosas sin importancia -para mí por lo menos- mientras tomaban sol en la cubierta, esto en particular fue bastante agradable a la vista. Llegamos a un Cayo muy tranquilo al que vamos hace tiempo, que como estábamos fuera de temporada resultó ser una playa paradisíaca, de agua transparente y arena blanca con palmeras movidas por la brisa marina.

A pesar de lo que esperaba de las chicas, la estaba pasando bien. Bebí unos tragos con ellas y nadamos un rato, lo cual fue muy bueno ya que logré detallarlas viendo lo chéveres que están todas las amigas de mi hermana, y al fin pude ver a Patty ligerita de ropa -una parte de mí la detestaba pero siempre me ha gustado-. Ella es poseedora de una sonrisa angelical, una mirada tierna y una cabellera larga muy cuidada. Siempre la había imaginado pálida y desabrida, pero no, su piel es tersa, con un color acanelado que marcaba aún más sus deliciosas curvas, unos senos apetitosos coronados por unos provocativos pezones, pero al seguir bajando la mirada no queda sino sorprenderse con un abdomen plano cubierto de la más suave y delicada piel que sirve de antesala a la zona que más deseo de su anatomía, toda ella soportada por unas piernas delicadas y torneadas con los músculos marcados y bien definidos como los de toda buena jugadora de fútbol, cosa de la que siempre reí pero ahora solo pienso en cómo recorrerlas con mis manos y probarlas con mis labios. Creo que un poco de alcohol podrá ayudar en mi cometido, cosa que sin pensarlo ya había empezado a hacer.

Unos cuantos tragos más, un poco de charla, toqueteos “inocentes” –contaba con que nadie se diera cuenta- y luego de un rato mi padre prendía la parrilla mientras mi madre preparaba la carne, el momento ideal para jugármela. La invité a caminar para ver las orquídeas de la costa -no se me ocurrió nada mejor-, menos mal que mi mamá me las enseñó hace tiempo ya y están bastante alejadas de donde estábamos. Ella con una gran sonrisa me respondió: -“No sabía que te gustaban las flores”-, -“Sólo las orquídeas”- le respondí. Bastante alegre y desinhibida gracias al buen alcohol, por suerte mi hermana entendió la jugada y picándome el ojo evitó que las otras nos acompañasen. Algo inesperado pero muy oportuno.

Caminamos unos minutos hablando y suavizando su percepción de mí –noté que le gustaba-, hasta llegar a una parte oculta de la playa en la que se encontraban las orquídeas. Le señalé varias y ella estaba encantada, cautivada por los colores tan vivos y la sorprendente belleza de esas flores. En poco tiempo decidí colocarme delante de ella y buscar su mirada, esperando que sus barreras sucumbieran al deseo.

Solo tuve que tomarla de la cintura y empujarla contra una palmera mientras su mirada –ahora con un atisbo de picardía- me incitaba a hacerla mía. La besé con fuerza apretándola contra mí. Con ganas y ansia mis manos empezaron a recorrer esa piel que ya ardía de deseo, tan suave y cálida al mismo tiempo. Mordí su cuello con suavidad mientras una de mis manos se daba gusto con sus senos, apretando su cuerpo para no dejar de sentirla. Ella se excitaba contra mí haciendo que nuestros sexos se tocaran a través de la tela y sus manos bajaban por mi espalda rasguñándome, al llegar a mi short con un hábil movimiento lo deja caer, desliza su mano derecha por mi vientre hasta llegar a mi sexo, palpándolo con la mano hasta entumecerlo. Ella muerde mis hombros hasta llegar a mi cuello lo cual me hace reaccionar y dejar expuesta su espalda mientras la domino por la cintura para besar y morder su nuca; al hacer esto no me detengo… bajo por su espalda recorriéndola con los labios mientras le quito el traje baño con avidez. Apretó sus lindas y redondeadas nalgas con mis manos, bajo mi boca poco a poco, mordisco a mordisco hasta llegar a la frontera entre ellas, paso mi lengua sintiendo el sabor del mar que sazona su piel. Mis manos se han dado un banquete con sus formas, hasta que al fin le doy vuelta y llego sin muchos rodeos a su sexo húmedo e hinchado, con una suave textura y un rico sabor que lamí hasta hacerla gemir para luego introducir mis dedos con malicia tocándola por dentro. Sus manos se aferran a mi cabeza y sus dedos buscan mis labios, entonces subo por su vientre palpándolo con la lengua hasta llegar a sus senos degustándolos con lentitud. Mi pene estaba más endurecido, no podía pensar, solo quería entrar en ella. Lo hice despacio pero con firmeza, llegando a lo más profundo de su cuerpo. Sus piernas rodearon mis caderas, me abrazó mientras seguíamos recostados de la palmera. Estábamos en el cielo… ella gemía mientras yo la penetraba una y otra vez con pasión, mis manos jugaban con sus senos estrujándolos, acariciaba su piel, la besaba y mordía suavemente. Totalmente embriagado con su cuerpo, entro con mas fuerza y su respiración se hace más profunda, la siento temblar, ella me apreta con ímpetu provocándome espasmos y haciéndome descargar en ella toda mi lujuria acumulada para terminar fundiéndonos en un cálido y profundo beso.

Caminamos con ligereza hasta llegar a donde se encontraban los demás, mi hermana me hizo algunos comentarios graciosos que si tenía calambres en las piernas –cosa que no se alejaba de la realidad-…, sospecho que papa se dio cuenta de lo que hice ya que se reía al verme mientras me ofrecía un buen trozo de carne y me decía: “para que recuperes energías, creo que aun tendrás labor”- mientras miraba a Patty. Ella tenía una gran sonrisa incrustada en su rostro y las amigas estaban sorprendidas, por lo que alcance a percibir. No se qué les dijo Patty pero noté con facilidad que ella quería más y a las otras les despertó curiosidad: sería cuestión de horas para tenerlas en casa y jugármela nuevamente, aunque sigo embriagado con el cuerpo de Patty, con su bello rostro pero aun más con su sabor que puedo sentir llenar mi boca, la textura de su piel y sus gemidos suaves pero intensos musicalizan mi mente haciéndome